11 dic 2010

Fetichismo de las máscaras antigas...

El uso de la máscara anti-gas, como recurso fetichista, ha sido utilizado en numerosas ocasiones y en diferentes expresiones artísticas.

El acto de ataviarse con semejante prenda, produce un efecto que supone la anulación de la faz humana para convertirla rápidamente en algo monstruoso, aunque simultáneamente inquietante. El fetichista que todos llevamos dentro se rebela y surge la fascinación por las formas del instrumento que permitiría a su portador en un uso normal, salir airoso ante un ataque químico o una epidemia mortal.




La máscara anti-gas, deforma el rostro humano, dotándolo de unas características exageradas, grandes ojos de cristal e inmensa nariz que asemeja al hombre o mujer con algún insecto o un fascinante extra-terrestre.

El hombre parapetado tras el cristal y el cuero negro inspira las peores pesadillas universales y de ello han tomado nota numerosos artistas que han deseado flirtear con el lado oscuro. La máscara anti-gas deshumaniza al portador al mismo tiempo que le convierte en un ente superior capaz de transmitir temor a quien se le acerque.

En la obra del dibujante de cómics Miguel Ángel Martín, las máscaras anti-gas son un claro recurrente para sus personajes, que aislados por la misteriosa prenda y por ello convertidos en auténticos monstruos post-modernos, son capaces de perpetrar todo tipo de atrocidades a sus congéneres.

 



El cineasta Jaume Balagueró, al inicio de su carrera como cortometrajista, también utilizó la máscara anti-gas para “Alicia” y “Días sin luz”, especialmente en la primera, y también gracias a la gesticulación de los actores y por el hecho de estar estos embutidos en trajes de cuero negro, conseguía un formidable efecto de rechazo y fascinación en el espectador.

El campo de la fotografía, tampoco se ha mantenido al margen de semejante impacto visual, y resultan clásicas las imágenes de personajes formalmente ataviados, aunque dotados del misticismo de la máscara anti-gas o el recurso de sintetizar el mito de la bella y la bestia en una sola imagen, desnudando a alguna bella modelo y colocándole en la cabeza una vieja y horrorosa máscara de largo filtro.



Dicho esto, deberíamos contemplar la máscara anti-gas como un instrumento fetichista de primer orden, claramente equiparable al cuero negro, los zapatos de tacón, las botas de caña larga o el sinfín de instrumentos dispuestos a despertar la libido, mediante métodos oscuros aunque terriblemente seductores.

╩ Carla Regina López Ruelas ╩